A días de una elección presidencial, abordamos con Felipe Berríos cómo las tomas de terrenos se han transformado en una cultura de la informalidad. El conocido fundador del otrora Techo para Chile explica por qué ahora son los extranjeros quienes viven en estos bolsones de pobreza y porqué costará más sacarlos de allí.
Si hace dos años, las cifras indicaban que Tarapacá contaba con 40 campamentos, tras el efecto económico de la pandemia, durante 2021 se contabilizan 62, con 8.458 familias viviendo en situación precaria, sin los servicios básicos más elementales.
Se trata de una herida abierta particularmente en Alto Hospicio, la comuna regional que cuenta con más asentamientos de este tipo y que, en el pasado, solían ser bandera de muchas campañas políticas.

Sin embargo, por estos días las posibles soluciones a ese problema habitacional han estado ausentes del debate acá y en todo el país.
“Yo conocí la realidad que se vivía allí en Iquique y Alto Hospicio hace más de 10 años, cuando lo lideraba Jorge Soria y, para mí, el tema hoy es otro. Cambió totalmente”, afirma Felipe Berríos, sacerdote y emblemático fundador de la organización humanitaria antes llamada Techo para Chile. Y, de entrada, resume: “El tema de los campamentos se desbordó”.
Suena fuerte. ¿Qué quiere decir exactamente con ello?
– Quiero decir que los campamentos es parte de la solución, pero la construcción de vivienda no es “la solución” y particularmente en todo el Norte de Chile.

¿Por qué este problema es distinto para nosotros?
– En el Norte ahora los migrantes han tomado el lugar de los más pobres, porque en una gran mayoría el chileno pobre se vuelve para el Sur.
Si le entiendo bien, ¿la gente pobre y que está obligada a vivir en tomas de terreno o campamentos ahora son básicamente extranjeros migrantes?
– Sí, pero a eso hay que agregarle que la gran mayoría de ellos vienen de países con economía y cultura informal, que no es peyorativo sino distinto. Le pongo un ejemplo de cuando viví en África y el vendedor se enojaba cuando yo le cancelaba el precio que estaba indicado que el cartelito, en la calle, en la feria… porque allá, como en buena parte de los países Latinoamericanos, el regateo es parte del saludo, de conversar un rato, de tomar al otro en cuenta, de compartir. Esa es su cultura.
¿Cómo se da eso en Chile?
– Al colombiano, dominicano, venezolano que va a la municipalidad acá a hacer cualquier trámite o consulta, lo primero que le piden es el número del carnet de identidad. ¡Incluso hasta antes de saludarlo se lo piden!
Y al revés, el chileno común siente que “el otro” es fresco porque no trae papeles. Algunas autoridades como Francisco Galli han deslizado la imagen que hay extranjeros que son tramposos y no es así; se trata que provienen de una cultura distinta.
Por eso, cuando llegan a una toma o campamento y una persona común y corriente le vende un sitio, esta gente paga en efectivo y sin averiguar si ese terreno tiene papeles o le corresponde realmente a la persona que se lo vendió porque -además- levanta cuatro paredes de cartón y siente que ya tiene una casita para vivir. Porque así ellos lo hacen en su país.

LA VIVIENDA NO ES PRIORIDAD
Eso explicaría, tal vez, por qué no se ven mayores esfuerzos por reinstalar el tema de los campamentos
– Por supuesto y, de hecho, creo que (como ya se ve en la comuna de Santiago centro) el gran desafío nuestro será pelear contra la informalidad. Pero, volviendo al tema de la vivienda, podemos decir que tenemos a chilenos y a nuevos chilenos viviendo por décadas en la informalidad y va ser muy difícil modificar esta realidad instalada: Han vivido mucho tiempo sin pagar agua, sin pagar luz, sin cancelar arriendo o con sitios que han arrendado o comprado “a la mala” como decimos los chilenos.
Entonces, con todo eso en contra, ¿cómo los vamos a incorporar a un sistema de ahorro y que le dará una casa más pequeña que la que hoy tiene y en la que vive sin pagar ningún servicio?
Sin hablar de las normas de convivencia que hay que respetar cuando se vive en condominios o complejos habitaciones.
– Exactamente. Ellos no han tenido obligaciones, ni normas comunitarias ni estado ni nada y fue, por este motivo, que surgió el nuevo concepto de “barrio transitorio”; no fue un invento que surgió del aire, sino que surge a partir de esa realidad.
Hay que decirlo de manera clara: Para esa gente que vive en campamentos, la vivienda definitiva hoy no es una prioridad; viven el día a día, gastan el dinero que generan en consumo presente, no ahorran ni para la vivienda ni tampoco para la educación de los hijos, como sucedía en el pasado.
Esos “barrios transitorios” donde se pagan algunos servicios, se vive con calles y diversas normas, ¿se han replicado en otros lugares?
– Bueno está La Chimba (Antofagasta) donde vivo, y estamos trabajando para hacer uno en Temuco y también en Viña del Mar y Copiapó, en todos estos casos en conjunto con las municipalidades porque, tal como están, los campamentos hoy son “tierra de nadie”.

Pero, los terrenos siempre tienen dueño…
– Pero, a la hora de los quibos, da lo mismo ese propietario porque “el dueño” pasa a ser la dirigenta o dirigente que se lo tomó, quienes suelen adueñarse del campamento. Y aunque Bienes Nacionales ceda el terreno a la gente, no hay calles, no tienen el ancho correcto, no hay veredas; nacen de la informalidad, se mantienen en esa informalidad.
Por eso, antes de pasar a la vivienda definitiva, la gente tiene que integrar gradualmente la formalidad para percibir las ventajas que tiene y todo eso es una transformación cultural que toma tiempo y no se da de manera espontánea.