¿De qué trata su nuevo libro ‘Un jacarandá y el último dragón de arena’?
-Es una serie de cuentos que se entrelazan para formar una novela. La cronología va desde el año 1902 al 2067, pues además incluí un espacio para la ciencia ficción o de anticipación. El motivo central es el crimen de mi bisabuela, y desde ese personaje, desgloso un abanico familiar decadente donde yo soy el último fuelle.
El espacio de todas las acciones es el Iquique, preferentemente el de mi infancia y adolescencia.
El jacarandá evoca la casa matriarcal donde un árbol de flores lilas va paralelo a la vida de mi bisabuela, una matrona que atendía partos en las oficinas salitreras.
El último Dragón de Arena es el desmoronamiento de una duna con forma de dragón que se deshace con el tsunami del 2067 y el viejo Iquique duerme su sueño de pino oregón apolillado, bajo doscientos metros de un mar gelatinoso y contaminado sobre el cual se construyeron pilares para dar paso al nuevo puerto montado en una arcada de cemento, acero y cristal gobernado por una duna.
¿Cómo nació la idea de escribir esta historia?
-Efectivamente mi bisabuela fue matada por dos pintores de brocha gorda; gañanes de caleta que pagaron caro el haber sido seducidos por la matrona viuda de 72 años, pero con fogosidad de 30 y fama de mesalina.
Un juicio donde la socialité de Iquique pudo más que la justicia. Curiosamente uno de los autores del crimen (que no fue tal) fue un asesino misógino en serie en Perú, cuyo único deseo matinal era regresa a Iquique a cerrar su rosario sangriento matando a dos damas, una llamada Rosita y la otra Onolfa. El resto son personajes satélites, mucho producto de mi acelerada fantasía de ficción, donde la realidad de amalgama -a mi placer- con mi inventiva cruel.
¿Con qué se va encontrar el lector que adquiera este libro?
-Para los no Iquiqueños, será un Macondo picante de época salitrera. Para los coterráneos, una degradación de mitos, mezcla de cinismo ancestral con personajes perfectamente reconocibles bajo la pluma caritativa. El Iquique de los 40’ a los 60’, echado fuera de mi memoria con valentía; al fin y al cabo, la mitad de las narraciones obedece al desgaste de los comentarios que de boca en boca se fueron hinchando de rumor.
¿Qué expectativas tiene para su presentación en la Estación del Libro, hoy viernes a las 19hrs?
-Espero lo justo de quienes saben leer. Al fin y al cabo, este es mi libro número 47, aunque la mayoría de los anteriores fueron de contenidos lingüísticos. Deseo que mis vecinos de Arturo Fernández entre Zegers y Latorre (nombre inicial del libro) disfruten y disculpen mis burradas al disfrazarlos con ropas de Rulfo, Donoso, Eurípides y pizas del Gabo. Al fin y al cabo, me hizo bien leerlos. Me interesa mucho la recepción de los lectores jóvenes.
Siempre espero lo mejor de la gente de Iquique, el ser mediático, como profe o periodista, me hizo destacado. También el honor de ser Hijo Ilustre, avalan pararme en una estación donde años lejanos viajábamos en el Longino.
¿Cómo ve el Iquique de antaño, con el Iquique del presente?
-No escondo mi decepción entre los Iquiques de antaño y presente, pero cada uno tuvo lo suyo de dulce y agraz: el más remoto representaba para mí la política afiambrada del radicalismo satánico; luego el fulgurante Soria nos llena de esperanzas y logra una ciudad para vivirla. Surgen los conceptos de Zofri, Sagasca, pesquera que con el tiempo fueron entrelazándose con droga y delito, lacras que desperfilan a un pueblo multi colonial, resistente, amistoso, medio hedonista, aferrado preferentemente al deporte acuático, el turismo, la tradición popular, la historia (como la cuenta Encina), todo envuelto con sabor a albacora, erizos y locos que cada vez se achican más.
LANZAMIENTO LIBRO JAIME CAMPUSANO.
Un jacarandá y el último dragón de arena.
DÍA: Hoy, viernes 3 de diciembre, 2021.
HORA: 19:00hrs -siete de la tarde-.
LUGAR: Estación del Libro (a un costado del Registro Civil, Centro).