Por Carlos Ramirez, jefe de operación social de Hogar de Cristo en Iquique.
“El secreto de una buena vejez no es otra cosa que un pacto honrado con la soledad”.
Este verso, del escritor Gabriel García Márquez, me persigue desde que encontraron muerto a un
hombre de 80 años, con una data de muerte superior a un año, en la región de Coquimbo. Y no se
trata de una muerte aislada, de un “hecho lamentable”, como dirían los políticamente correctos.
Lo mismo sucedió este 2022 en la región del Biobío, La Araucanía, Valparaíso, Arica, Magallanes,
Maule, Antofagasta y otros sectores de nuestro país, donde la vejez es sinónimo de abandono,
soledad y muerte. En cada caso la policía interrogó a extraños: vecinos, transeúntes, cientos de
curiosos que teorizaron sobre las causas de las muertes. «Es inhumano, no tiene nombre”. “Hace
meses que no lo veíamos”. “Nunca salía de la casa”. La cierto es que nadie vio o escuchó nada.
Este año hemos logrado avanzar en problemáticas trascendentales, tales como la perspectiva de
género en programas de acogida y la protección de la niñez, con la promulgación de la ley que
tipifica la explotación sexual comercial de niñas, niños y adolescentes, pero poco se ha hecho para
detener las diversas formas de maltrato contra los adultos mayores: económicas, sicológicas,
físicas y patrimoniales.
Esta vergonzosa realidad exige de nuestra causa transitar hacia programas más personalizados y
preventivos, priorizando modalidades de atención domiciliaria y ambulatoria, que estén instalados
en el territorio, donde la desatención, el aislamiento físico y la soledad, que es una de las formas
más duras de maltrato a los adultos mayores, amenaza la vida de 200 mil adultos mayores que
viven bajo la línea de la pobreza, en Chile.
Por eso, en los próximos dos años, Hogar de Cristo irá transformando sus residencias en una red
de servicios de cuidados domiciliarios, extensa y personalizada. Una nueva estrategia social para
este Chile diverso y con mayor pobreza que enfrentamos este 2023 que se inicia. Un Chile, que nos
obliga a ser más ágiles y flexibles, centrándonos en las personas mayores, convencidos de que el
secreto de una buena vejez es la dignidad y no un pacto honrado con la soledad.