Dr. Eliseo Lara Órdenes
Director Pedagogía en Educación Media
Académico Doctorado Educación y Sociedad
Universidad Andrés Bello – Concepción
En el mundo la educación siempre ha sido un desafío. Gobiernos y sociedades
civiles año tras año, discuten los modos en que las complejidades humanas
manifiestas en la realidad se absorban con prontitud en los sistemas educativos.
Hoy, por ejemplo, inclusión, tecnologías, finanzas, convivencia o inteligencia
artificial, entre otras. Sin embargo, es poca la atención que se pone sobre lo que
dicen los y las docentes, quienes conocen mucho mejor la realidad de las aulas que
viven a diario y que, muchas veces, se tiende a transformar desde miríadas que
poco responden a las necesidades particulares de cada comunidad escolar.
En este escenario, el ministro de Educación tiene siempre un desafío mayor al de
otras carteras, pues se espera de él un reflejo estratégico del Gobierno en el área y
no una simple administración de funcionamiento. En este mismo sentido, el hecho
que la primera magistratura emergiera políticamente desde el moviendo
estudiantil que reclamó una educación pública, gratuita y de calidad, deja en una
posición a priori de mayores expectativas a cumplir por esta cartera. Y ahí es que
resulta significativo el paro docente que viene in crescendo, pues lo que se pide es
en resumidas cuentas dos cosas: 1) el cumplimiento de compromisos de campaña y
2) una agenda común que logre subsanar los estragos que no se han corregido con
las leyes del 2016 y que, en algunos casos, como los SLEP, no han funcionado.
En tal sentido, creo que el ministerio tiene que escuchar más a sus docentes
porque se está alertando una situación que reclama una pronta solución y no una
promesa de largo aliento, no sólo por evitar un conflicto político social como es el
paro de uno de los principales gremios del país, sino porque están expresando la
necesidad de resolver problemas que se pueden ir agrandando hasta llegar a
niveles insolubles.