Las inéditas temperaturas alcanzadas en Europa, por las olas de calor que vive en Hemisferio Norte, reactualiza la pregunta sobre los efectos letales de las temperaturas extremas. La estadística zanja el tema, en medio del gélido (y cambiante) invierno tarapaqueño.
Isabel Frías
Periodista U.C.
El pronóstico del tiempo siempre ha sido tema de interés para las personas y, aunque parece baladí, en realidad está muy lejos de serlo: Se trata de un área crítica o estratégica y de vital relevancia para la vida humana; tanto así, que la gente a menudo se queja del centralismo que opera desde Santiago porque, a 1.800 kilómetros de distancia, los noticieros se entran vastamente sobre lo acontece en el corazón de la capital de manera desequilibrada respecto del resto de Chile.
Todas las actividades humanas dependen del sol de manera directa o indirecta y, si algo se envidia de Iquique, eso es en primerísimo lugar las temperaturas nunca extremas y muy sobre el promedio del resto del país.
El dato viene a colación tras las olas de calor que sufre Europa en su verano, presentándose con consecuencias fatales en muchas personas cuya salud no es capaz de soportarlas.
EL REAL PROBLEMA
Para zanjar de entrada el punto, hay que aclarar que el frío causa más muertes que el calor a nivel mundial, pero hay matices.
En términos generales, la mortalidad es mayor en un día medio de invierno que en uno de verano. Sin embargo, cuando se trata de temperaturas extremasde frío y de calor, la cosa cambia: Las olas de calor (con temperaturas extremas) resultan más mortíferas que las de frío, pero la interacción de los fallecimientos en función de las causas se relaciona tanto con la intensidad del frío como con la duración del episodio: Este hecho se da en climas templados donde la población es más vulnerable a las bajas temperaturas.
Además, el invierno afecta en el hemisferio norte a más cantidad de personas y por ello, cuando existen episodios excepcionales de una u otra naturaleza, las muertes son más llamativas por el aspecto numérico que involucra.
Sin embargo, sin importar el punto en el mapa donde se viva, el confort higrotérmico es aquel en el que no intervienen los mecanismos termorreguladores de nuestro cuerpo en un estado de reposo o poca actividad y con ropa ligera: Para esos efectos estadísticos, el cuerpo humano se encuentra en este estado cuando las temperaturas ambientales oscilan entre los 21 y los 25 grados; vale decir, durante la primavera y el verano nortino.
Cuando la temperatura cae por debajo de los 15 grados, nuestro cuerpo empieza a sufrir. Este estrés térmico del cuerpo causado por el frío es lo que puede traer problemas vasculares, ya que la sangre se concentra más y es más propensa al colapso.
TEMIDA NEUMONÍA
El cuerpo, con el objetivo de protegerse del frío, reduce el suministro de sangre a la piel, y al mismo tiempo aumenta la presión en los órganos internos. Para compensar esto, elimina altas cantidades de sales y agua, lo que provoca un incremento de la viscosidad sanguínea.
En cuanto a las complicaciones médicas, el origen suele estar en las infecciones del área respiratoria.
Lo que sucede realmente ante las bajas temperaturas y las infecciones es que nuestro sistema inmunológico –que es nuestra primera defensa natural para combatir el frío– no da abasto y baja las defensas ante los agentes infecciosos.
Ahora bien, nadie enferma por pasar frío y, tiene que haber un virus en el ambiente que contagie a las personas y es precisamente en invierno cuando las infecciones respiratorias suelen presentarse más porque el encierro y la falta de ventilación lo facilita.
Los virus ingresan por las vías respiratorias altas (nariz y boca) hasta llegar a los bronquios y a los pulmones.
Al llegar a estos órganos, las consecuencias pueden desencadenarse con enfermedades tales como la neumonía que resulta un verdadero azote para el sistema respiratorio: Si la persona tiene hipertensión, obesidad, toma medicamentos para tres o cuatro patologías equis y, además, hace otro tanto para dormir, las dificultades se van sumando y debilitan la salud personal.
Y otro dato a considerar: no importa si en el entorno hay bajas o altas temperaturas, el cuerpo humano siempre debe funcionar en un rango de los 36 a 37° Celcius, bajo ese rango se cae en hiper o hipotermia. Entre los grupos más vulnerables al frío se encuentran: Los adultos mayores y los más pequeños, los enfermos crónicos, las personas desnutridas, las excesivamente cansadas y quienes están bajo los efectos del alcohol o las drogas.