Esa es la incómoda verdad que ahora determinaron dos estudios científicos recientes. Se trata de nuevas razones para velar por los hábitos que adquieren los jadolescentes de hoy, que comienzan a beber más tempranamente y en mayor cantidad que antes.
Isabel Frías
Periodista U.C.
Por años se ha estado hablando que el consumo excesivo de alcohol afectaba la salud, mientras de manera paralela se observaba la “normalización” de la ingesta de alcohol en adolescentes y vinculada siempre a cualquier actividad social.
Sin embargo, un estudio científico realizado por la Universidad de Pensilvania (EE.UU.) finalmente ha cambiado los énfasis luego que comprobó –científicamente– que el cerebro humano se encoge de tamaño producto del consumo de alcohol, sin importar si se trata de un pequeño consumo o de una ingesta mayor.
La ciencia es lapidaria al decir que el daño provocado por las bebidas alcohólicas se produce en cualquier escenario, variando solo la magnitud o profundidad.
“Estos hallazgos contrastan con las tradicionales pautas científicas y gubernamentales sobre los límites seguros para beber”, denuncia Henry Kranzler, coautor del estudio y director del Centro Penn para Estudios de la Adicción.
DETERIORO CEREBRAL
Por ejemplo, expone el Kransler, el Instituto Nacional de Estados Unidos sobre el Abuso del Alcohol y el Alcoholismo “establece que las mujeres pueden consumir un promedio una bebida por día (dos en el caso de los hombres) y esa cantidad ya excede el nivel de consumo asociado con una disminución cerebral, tal como ha demostrado nuestra investigación».
En este estudio norteamericano se analizaron datos biomédicos de más de 36.000 adultos, incluyendo resonancias cerebrales y por esa vía se comprobó que a mayor cantidad de alcohol mayor es el deterioro cerebral.
Más aún, entre el consumo alcohólico no existe una relación lineal sino exponencial: Cuanto más alcohol bebe la personase amplifican los efectos negativos en el volumen de materia gris y de materia blanca en diferentes regiones cerebrales.
El científico también encuentra útil ejemplificar en personas en torno a los 50 años de edad: Si una persona de estas características aumenta desde una unidad de alcohol diarias a dos unidades, es posible observar cambios neuronales y el envejecimiento equivalía al envejecimiento de dosaños. Amentar de dos a tres unidades de alcohol, a la misma edad, era como envejecer tres años y medio.
En este estudio, los investigadores dejaron de lado los atracones o borracheras, pero los expertos precisaron que los efectos de estos excesos puntuales eran aún peores que el consumo moderado de manera habitual: El daño o trastorno de “borrarse” (dicho en términos juveniles) sería realmente severo y, por cierto, acumulativo.
Como era de suponer, tras dar a conocer todo este detalle a través de la prestigiosa Nature Communications y Neuroscience News la incomodidad ha sido evidente para algunos agentes del mercado y no ha caído en gracia a las compañías que promocionan cervezas de manera habitual ni tampoco a las cadenas de televisión que financian grandes producciones en su horario nocturno gracias a estos productos.
Los jóvenes con menos recursos, sostienen, serían los más vulnerables a la publicidad de alcoholes porque no cuentan con contención apropiada de su tiempo libre.
PEOR MEMORIA
Coincidencia o no, desde el otro lado del Atlántico, la Universidad de Oxford llegó a similares conclusiones que la universidad estadounidense. En el Reino Unido se analizaron a más de 25.000 personas y concluye también que mientras más alcohol se ingiere, menor es el volumen cerebral: «Cuanto más bebía la gente, menor era el volumen de su materia gris», dijo Anya Topiwala, autora principal del estudio y profesora clínica.
«No hay un umbral de daño en el consumo de alcohol: cualquier tipo de alcohol es malo. Aparentemente todo el cerebro se ve afectado», agregó la experta.
La profesional británica explicó que «el volumen cerebral se reduce con la edad y más gravemente con la demencia asociada al envejecimiento. Un volumen cerebral más pequeño también predice un peor desempeño en las pruebas de memoria».
Topiwala y en general los especialistas en el área de la neuropsiquiatría dicen que no se trata generar alarma, sino a retrasar el consumo alcohólico, espaciarlo, combinarlo con otras opciones y –sobre todo– resolver los pendientes que existen en la sociedad respecto a la salud mental, manejo del estrés y acceso a bienes culturales de parte de la población juvenil.
La recomendación es, por cierto, poco seductora de buenas a primera y –admiten– todo apunta que solo la vida vinculada a las actividades deportivas y las ecotendencias parecen contrapesar el tremendo influjo que ejercen las bebidas alcohólicas.