En Alto Hospicio, este grupo de pre-escolares, escolares y adolescentes han
sido apadrinados por el Comité Ciudadano de Solidaridad de Tarapacá, el
que surgió durante la pandemia y ahora está focalizado en apoyar el
aprendizaje escolar.
Con 11 años viviendo en Tarapacá, la profesora de Educación Básica Carolina Vargas Bruna divide
por estos días su tiempo entre el Doctorado que se encuentra cursando en la Universidad de
Buenos Aires y actividades voluntarias en una toma de Alto Hospicio en conjunto con otros
profesionales.

“Fui coordinadora comunal de la Cormudesi, además de profesora universitaria, y ahora integro el
Comité Ciudadano de Solidaridad de Tarapacá que está conformado por siete profesionales,
donde algunas somos educadoras y otras son de otras especialidades, incluyendo la integración
reciente de un fonoaudiólogo”.
Carolina Vargas también explica a El Longino que ellos y ellas tomaron la iniciativa de
autoconvocarse hacia el año 2020, motivados por las problemáticas que se generaron por la
pandemia a nivel educativo y social en dos campamentos de esa populosa comuna tarapaqueña:
“Como grupo, nuestra primera actividad fue apoyar la Olla Común de una toma en el sector La
Pampa y, más tarde, nos focalizamos en la toma llamada Flor de Población”.

Fue en este último asentamiento habitacional donde este Comité realizó gestiones para instalar
“una escuelita –relata Carolina– y así fue como comenzamos a dar apoyo escolar a las niñas y
niños, hijos de los habitantes de estos territorios y los cuales no tienen acceso ni apoyo en esta
dimensión tan importante en la formación de niños, niñas y adolescentes, durante los años 2021 y
2022 recién pasados”.
Se trata de alrededor de 50 niños –principalmente hijos e hijas de migrantes– que han llegado a
instalarse a ese lugar tras la diáspora que vive Venezuela principalmente, pero donde también hay
infantes de otras nacionalidades y connacionales en situación de alta vulnerabilidad habitacional.
No obstante, claramente el foco y la prioridad ha sido apoyar y acompañar a quienes no han
podido acceder al sistema formal educativo chileno: “En este 2023, nuestra acción como comité
solidario ha diversificado un poco más las actividades y decidimos no abandonar al grupo durante
la época de verano y provechamos de programar actividades un Coro y enseñanza y práctica del
Ajedrez.
A partir de marzo último, principios de abril, los profesionales voluntarios iniciaron una nueva
etapa: “Como son 50 niños y niñas, los hemos dividido según la edad de cada cual para efectos del
aprendizaje escolar en el sistema educativo; sin embargo, estamos organizando actividades más
transversales, en que pueden participar todos sin importar su condición etaria, porque ahora
queremos trabajar lo que nosotros llamamos Contexto de Migración”.

Dicho concepto es –en línea generales– poder ayudar “a las niños y niños a que sean conscientes
de su historia personal y familiar ya que a muchos de ellos se les ha olvidado de qué país vienen”,
porque estamos hablando de infantes que tienen 3 años en promedio de migración: No tienen
referentes culturales sólidos dado que han vivido “una experiencia de movilidad larguísima”, la
cual se ha dado de manera itinerante, vulnerable, inestable, sin que puedan asistir de forma
regular a un colegio además de vivir bajo total vulnerabilidad en el tema habitacional. “Tú le
preguntas a algunos de qué país eran y no saben, porque no saben o no lo recuerdan”.
La educadora Vargas Bruna tiene una clara opinión a este respecto: “En realidad a los niños y niñas
migrantes lo que menos se les vulnera es la educación, porque algunos cuentan con un RUN y
acceden a la escolarización. Este grupo de nuestra escuelita en Alto Hospicio tienen una condición
de vulnerabilidad que es más grave y se llama pobreza”, sostiene tajante.
Al cierre de la entrevista con nuestro diario, la profesional comparte una invitación a los lectores
que quieran solidarizar con esta loable actividad y colaborar con implementos o colaciones
escolares escribiendo al correo .